… Y mientras tanto, yo seguía sentado donde mismo, observando hacia la larga fila que esperaba abordar y en la que, a unos 20 metros de mí, podía ver a Analú.
Y en ese inter de 10 o 12 minutos, me obsequié de nuevo la oportunidad de verla a la distancia con absoluta libertad.

Primero sonreí, ¡de verdad que era un catálogo ambulante de gestos! Tantos, que yo ya había perdido la cuenta ¿Habrá un día que los alcance a conocer todos? El más constante era ese de recogerse el mechón de cabello que solía cruzarle la cara para pasarlo detrás de su oreja cuando conversaba, lo hacía incontables veces y se cansaba de hacerlo ni yo de observarla. El primero que le conocí fue aquel de la pequeña mordida a su labio inferior, cuando algo le preocupa. Sin olvidar mi preferido, cuando Ella reía, en la mayoría de las ocasiones, echaba ligeramente la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. Me encantaba especialmente, cuando armaba una celebración de la nada.

Ahora ocupaban mi atención los suaves movimientos de sus manos, su caminar absolutamente femenino y su cuerpo elegante y esbelto. Si me lo preguntas, podría estarme así horas y horas, sonriéndole a la distancia a ese, mi objeto de veneración y el centro de todas mis ternuras, aquellas que nunca hubiera sido posible imaginarse dentro del muy reducido repertorio de afectos del viejo Luke.

Durante este festín de mis sentidos, perfecto distinguí todos sus esfuerzos por verme de soslayo, quizá lanzarme una sonrisa disfrazada de mueca, lo que sea. Y yo se lo agradecí.

Se anunció finalmente el abordaje, y seguí con la mirada como se iba acortando la fila, hasta desaparecer completamente. La sala se quedó momentáneamente sola, y yo seguía ahí, observando muy concentrado el diseño infinito de cuadros y rombos de la alfombra, mientras por dentro lidiaba con la terrible soledad que ya me avasallaba… era la ausencia real de Ana Sofía. Pensé… si tan solo me hubiera quedado con un poco de su perfume para abrazarla en el aire…

Todos esos pensamientos amigo pasaban por mí como electricidad, me dolían, pero me hacían sentir vivo como nunca lo estuve. Y de pronto quería llorar, pero antes que eso me reía, y me reía porque no podía creer ni entender esta cascada apabullante de sentimientos que me provocaba la partida de mi Analú. ¡Que sensación tan extraña! … estaba terriblemente triste, pero al mismo tiempo estaba feliz porque tuve noción por primera vez que, aunque se estaba alejando físicamente de mí, era mía por completo ¡Que enredo…! Pero sí, ¡Era mía!… Suficientes demostraciones había recibido ya, de esa verdad, y entonces sentí la urgente necesidad de expresar mi gozo haciendo algo físico, superlativo, mayúsculo, vigoroso … y ante imposibilidad de brincar y gritar estentóreamente, lo único que se me ocurrió fue levantar los brazos enérgicamente como si hubiera anotado un gol, y en esa posición extraña me encontraba cuando, inopinadamente, fui interrumpido.
– ¿Señor…? – Esa voz me bajó de la nube en la que mis sentidos festejaban las ondas expansivas de una felicidad que se ofrecía pletórica y al alcance de mi mano. Levanté la mirada, no sin cierta pena por el embarazoso momento en que mis brazos todavía seguían arriba.
– ¿No va a abordar el avión señor? – El pobre empleado se veía realmente preocupado.
– ¿Avión…? No… ¿Por? – Balbucee como si fuera un párvulo que no se supo la respuesta.
Nuevamente el empleado volvió a la carga, solo que en esta ocasión fue más lejos. Acercó su mano y apuntó con su dedo el pase de abordar que guindaba doblado sobre la bolsa frontal de mi camisa.
– Señor su boleto… – Y me miraba con la consideración que lo haría con una persona disminuida de sus facultades.
– ¡Ah!… No, yo no… – Y mientras el pobre hombre me veía sumamente extrañado, yo me preguntaba cómo era que tenía que darle explicaciones, sobre todo, acerca de por qué gastar un par de miles de pesos solamente para estar cerca de alguien por unos minutos. Seguramente no lo entendería, y además, sería como un insulto, pues estoy seguro que ese costo equivaldría a una semana de su sueldo.
– Pero, si ya tiene el boleto ¿Por qué no viajar?… – Arremetió, cruzando la línea del comedimiento y la prudencia, aunque con una lógica inmaculada. Y sus ojos que casi me rogaban, mientras el sonido de la sala insistía: “Atención, señor Luis Nuño, este es el último aviso para que aborde el vuelo 4534 con destino a la ciudad de Guadalajara. Favor de pasar a abordar. Último aviso…”.

Fue hasta ese instante cuando supe qué hacer. Corrí como gamo hasta el mostrador y anuncié mi presencia, presenté mi identificación y en un santiamén me abalancé por el gusano para entrar a la aeronave, donde me recibieron dos aeromozas con las caras largas debido a mi retraso. Luego. caminé por el pasillo buscando la cara gloriosa que me tenía haciendo locuras a toda hora. Y en esta comedia loca que se había convertido mi vida en poco más de una semana, me volvía a sorprender con sus sorpresas. Mi lugar estaba junto al pasillo y justo atrás de ella, en la hilera de la derecha. Cuando me acerque, Analú leía una revista, así que de manera natural levantó la mirada y ahí me descubrió. No supe interpretar su mirada al pasar, una mezcla entre sorprendida, divertida, y por ahí quizá una sombra de temor. Me senté atrás de ella. Julián que estaba junto a ella hablaba por celular.

Apenas estaba empezando a fijarme el cinturón de seguridad, cuando me sentí la vibración de mi celular: era un mensaje.

{- ¿¿¿¿¿????? -} Analú estaba impactada.

{- Qué te cuento? Que ya no soy dueño de mi voluntad? 🙂 -} De alguna forma me quería justificar, era inevitable sentirme un poco locuaz y torpe. Y realmente me dolería saber si ella no estaba en la misma frecuencia.

{- Ahora tú eres un stalker -} No supe si esto tenía que tomarlo como broma.

{- Qué es lo que realmente piensas de esto que hago? -} Y con esta pregunta Analú se tomó un poco más de tiempo, alargando así mi ansiedad.

{- Lo único que puedo decir es estoy muy emocionada por ti 🙂 -} Esa respuesta me hizo sentir mucho mejor.

{- Creo que todavía puedo bajarme -} Sin embargo, sentí la obligación de darle una opción, solamente ella sabía el terreno donde me estaba metiendo.

{- No!!!!!!!!!!!!!!! -} Otra vez, esa reacción fue todo un alivio.
En ese momento, el capitán del avión anunciaba ya el despegue del avión, y la suspensión de todos los equipos electrónicos a bordo, así que le mandé un último mensaje.
{- BORRA DESPUÉS DE LEER, son las 8:30, te veo a las 9:00 en el baño, me tocas la puerta 😉 }

{- ¿¿¿¿¿¿¿¿??????? -} ¡Pero no me daba un sí o un no!

{- 🙂 }

{- 🙂 OK -} Mi corazón empezó a retumbar de la emoción contenida del próximo contacto.

{- Bye }

{- Hasta el rato }

Estaba yo tan emocionado que no me di cuenta del despegue y mucho menos de todo el protocolo previo y todo lo que le sigue. Apagaron la luz, pero yo permanecía totalmente alerta. Así que oí perfecto cuando Julián empezó a hablarle quedo y al oído a Analú. Por un momento no supe qué hacer. Hasta que concluí que era mi deber respetar a Analú y a esa persona que, bien que mal, fue su novio por más de 10 años. Así que decidí no hacer nada por oír una conversación privada y absolutamente ajena a mí. Pero, a pesar de esa decisión, sobre la que estaba totalmente convencido, me empezaron a llegar con total nitidez las palabras de uno y otro.

– ¡No es eso Julián! Tienes que reconocer que cuando nuestros padres quedaron de acuerdo con nuestro matrimonio, yo apenas tenía 17 años, y claro que accedí porque la verdad sí me ilusionaba. Tú sabes que siempre te quise mucho. Pero ahora tengo 26 años, soy una profesionista, un médico internista, y mi visión de las cosas ha cambiado mucho. Quiero recorrer mundo, quiero trabajar, quiero seguirme preparando, quizá irme a estudiar a otro país para hacer una subespecialidad. Son muchas cosas las que quisiera hacer antes de dar un paso tan serio.
– Pero es que no te entiendo Analú. Todo eso lo puedes hacer estando casada, al menos yo no pienso ser un obstáculo para ti…
– Julián, eso no es real.
– ¡Al menos sigamos siendo novios Analú!… ¿Por qué debemos terminar?
– Julián, además que necesito mi libertad para todo lo que voy a hacer, yo quiero que tú también seas libre por si la vida te presenta otra oportunidad.
– ¿Se trata de otro hombre?… De otra manera no entiendo…
– Julián ¿Es en serio la pregunta? Tú crees de verdad que si hubiera alguien más ¿no te habrías enterado ya por la boca de las personas que te informan sobre mis pasos en esta ciudad?
– ¿De qué hablas?
– Por favor Julián, ¿Crees que no estoy enterada del cerco que he tenido a mi alrededor todos estos años? Sé perfectamente quienes son y lo que te dicen, y ninguno de ellos te ha contado nada que mínimamente me puedas reprochar. Sin embargo, yo sin pedirlo me he enterado de cuanta relación has tenido. Desde las relaciones con varias y… hasta dos casadas… ¿Quieres que siga?
– Analú, soy hombre y tengo necesidades, no lo voy a negar, y si he hecho todo eso lo intenté hacer con total discreción sin buscar afectarte.
– Pues yo soy mujer, y también tengo necesidades. Como todos. Pero me he dedicado a estudiar, y mientras fui tu novia, hasta el día de antier, no te falté en ningún momento.
– Pues siento la necesidad de decirte Analú que tus hermanos y los mios no estarán de acuerdo, y que por mi parte iré detrás de ti, por mar y tierra, pues no pienso renunciar a ti, ni al sueño de nuestros padres, que hoy quieres traicionar.
– Julián, de verdad quiero que esto termine de la mejor manera, pero si quieres que sea así, pues así será. Y si mis hermanos piensan igual que tú, pues ellos tendrán igualmente que aprender a respetar mi decisión. Por lo que a mis padres respecta, estoy seguro que ellos estarían conformes siempre y cuando yo sea feliz… ahora si me disculpas voy a dormir un poco.

Yo del otro lado estaba impresionado. Nunca me hubiera imaginado con qué convicción y carácter defendía Analú su verdad. Puso a ese tipo en su lugar de manera magistral. De cualquier manera, ya me estaba enterando de la clase de hostilidad a la que tendría que responder ella, así que me sentí muy contento de haberme subido a ese avión.

Miré mi reloj, finalmente marcaba las 8:58. Me levanté, caminé por el pasillo y entré al baño. Los siguientes dos minutos transcurrieron muy lentamente, aunque la verdad es que mi ansia era tanta, que mi corazón marchaba como un ferrocarril ante tal expectación.

– ¿Hola…? – Un susurro acompañado de dos golpecitos… ella estaba afuera…

(Continuará…)         Cuando el Azul es Verde (Parte 13)

Deja un comentario